jueves, 29 de octubre de 2015

LOS ESCÁNDALOS DESDE LA PSICOLOGÍA Y LA FE

" Recuerdas que no me confirmé en el colegio. ? Recuerdas cómo te contaba lo que hacía Sodalicio? En estos días me estoy mordiendo la lengua. Es imperdonable lo que le hicieron a la fe de los que no los siguieron. .. peor lo que le hicieron a sus propios miembros.
El daño que le hacen a la iglesia, a las personas de buena fe, a los que aman y protegen al débil. Es imperdonable. Desde aquí te aliento a que escribas algo desde la psicología y la Fe. Tú tienes todas las herramientas "

Amigos de DIALOGANDO SOBRE PSICOLOGÍA Y LA VIDA; estos dos textos me han sido enviados por uno de los dialogantes en el blog y los he transcrito para ser fiel al diálogo que pretendo tener, siempre, con Uds.  No sé si tengo todas las herramientas para abordar este tema, pero lo haré en aras de la lealtad que todos nos merecemos.
 
Comenzaré diciendo que las infidelidades y tropelías en la Iglesia son un estigma que la acompaña desde su fundación y no creo que terminen en nuestros días, porque hay signos elocuentes de lo contrario. Recordemos los nombres de Judas Iscariote y Pedro que traicionaron a su Maestro, los discípulos de Emaús que se iban decepcionados a su pueblo porque su Maestro no había triunfado y en buena cuenta todos los apóstoles que lo abandonaron en el momento culminante y se recluían, juntos, con más miedo que vergüenza, en una casa de Jerusalén.
 
Luego, durante el primer siglo del cristianismo los impostores aparecían por todas partes; recordemos las cartas de S. Pablo pero, muy especialmente leamos la segunda carta de S. Pedro, en todo el capítulo 2º; nos va a parecer que está describiendo CON TRISTE LUJO DE DETALLES lo que nuestro "dialogante" alude en los dos primeros párrafos que he transcrito.  Y podríamos recorrer siglo por siglo de la historia del cristianismo para encontrarnos con páginas oscuras, unas, y abominables otras.  En nuestros días, lo aludido por nuestro dialogante no son las únicas noticias grotescas o escandalosamente perversas y criminales.

Tal parece que la FE y LA FIDELIDAD entre los seres humanos y entre estos y las instituciones en las que conviven, tienen necesidad contingente (es decir: podría no ser así, pero se expresa así) con el ABANDONO Y LA TRAICIÓN, del mismo modo que la vida y la muerte tienen contingencia necesaria.
La FE no es lo mismo que la CREENCIA. La creencia se basa en la conveniencia que nos mueve para lograr un beneficio y es, simplemente una expresión de la especie humana; la creencia se construye, para el logro de un bien; es el resultado de nuestra mayor o menor creatividad. 
 La fe, en cambio, en todas las expresiones de la misma, nos es necesaria para poder vivir con dignidad de personas entre personas y no se basa en la conveniencia que de ella podamos sacar sino, por el contrario, en la adhesión sin cálculo, al valor que descubrimos en la-s persona-s; la fe nos es dada.

Y, de la misma manera que la vida tiene necesidad de crecimiento y superación de sí misma para continuar existiendo y de cualquier otra manera es absorbida por la muerte, del mismo modo la FE (humana, social, institucional, nacional y teologal; observemos que todas nos son dadas con la posibilidad de aceptarlas o no) tiene necesidad de crecer y fortalecerse o, de lo contrario, será absorbida por la traición, por la corrupción y por la criminalidad.

La fe teologal-católica, que es el campo donde se mueve la inquietud de nuestro dialogante, es la adhesión a Jesucristo, como Hijo unigénito de Dios e Hijo primogénito entre muchos hermanos, profeta de Dios Padre universal para todos los seres humanos y resucitado de la muerte por el Espíritu de Dios para que los seres humanos podamos ser personas como nuestro Padre es Persona. 

Esta dignidad dada a la persona humana, la hace "deitática" y... la guía práctica de este proceso de crecimiento y desarrollo, es la vivencia del evangelio de Jesucristo que ha de marcar el orden (lo que es primero, segundo etc.), la dirección (las personas como pares, como hermanos e hijos del mismo Padre) y el sentido (deitático e.d. hijos de Dios mismo) de quienes han dado respuesta a la fe en Jesucristo

La traición y corrupción a la fe en Jesucristo y a la fe de Jesucristo, han sido y son intermitentemente repetidas por los cristianos de todos los tiempos y hemos quebrado, una y otra vez, la dignidad deitática (dada por Cristo) de las personas humanas, en general, y de muchas personas, en particular, que por débiles e indefensas han creído (esperado ser salvados de sus debilidades y, así obtener algún tipo de ganancia) en individuos que han hecho ostentación jerárquica y/o intelectual de supuesta fe en Jesucristo pero, que en estricto rigor y en el mejor de los casos, sólo creencia han tenido.

Las víctimas de los traidores y corruptos de la fe (por igual teologal que humana y personal) han sido personas con tres dimensiones de personalidad deficiente, si es que no esquizoide: limitado desarrollo mental-crítico, elevada emocionalidad caracterial y muy menguada creatividad autónoma
Todas estas limitaciones coexisten con las formas más diversas de pobreza, con la infancia o adolescencia etática y/o emocional y con ambientes sociales o familiares desestructurados.

(Si a estas circunstancias propiciadoras de la aparición de las víctimas, añadimos la búsqueda de ganancias, por parte de las mismas víctimas, justo será también extender las responsabilidades entre los que podríamos llamar "victimarios de segundo orden":  e.d. las mismas víctimas y los ambientes socio-familiares)

Los victimarios y corruptos impenitentes, por su parte, han sido siempre psicópatas con gran habilidad en el uso de la inteligencia emocional, con capacidad elevada de convocación y persuasión y creadores de lenguajes míticos que han creado con expresiones verbales místicoides (tergiversación del evangelio, siempre con interés lucrativo y de poder) con las que han aliviado las conciencias de sus seguidores, frágiles en su psiquismo y necesitados de referentes de seguridad.

La conjunción de las características de víctimas y victimarios han dado y seguirán dando situaciones de escándalo social y de delincuencia religiosa que han de merecer, por parte de quienes profesamos la FE en Jesucristo, la condena civil y penal de los delitos y de los delincuentes, y la humildad penitente (vale decir de reconocimiento y restauración de la dignidad de las víctimas, hasta donde esto sea posible).  Hemos de ser: "penitentes pro mundi et pro ecclesia" porque todos somos responsables, por fraternos - "cooperadores necesarios y negligentes culposos".

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