jueves, 4 de septiembre de 2014

LA FELICIDAD O LA SERENIDAD ¿SON POSIBLE?

Si preguntamos a quienes nos rodean qué es lo que más han deseado en la vida, la mayoría nos responderá... ser felices.  Volvamos a preguntarles si han conseguido ser felices y nos responderán  que... a ratos, a ratos muy cortos.

¿Por qué si todos anhelamos ser felices y nos deseamos felicidad en multitud de momentos de la vida, si afirmamos que lo que más nos importa para nuestros hijos y para las personas que queremos es que sean felices... sólo a veces,  muy pocas veces logramos ESTAR felices y por temporadas? ¿SER felices no es posible?

Este interrogante resultó muy largo y se me ocurre justificarlo diciendo... "porque la felicidad hay que perseguirla por laaargo tiempo", para quizás no alcanzarla y porque cuanto más largo tiempo la persigamos menos probabilidad tendremos de tenerla.  Ejemplo de lo dicho son los esfuerzos hechos por las personas de edad avanzada... llevan aaaños, muchos años de tras de la felicidad y a la vista está que cada día les queda más lejana.

Se han acuñado muchas frases y de diversos autores célebres sobre lo que es la  felicidad y sobre cómo alcanzarla, cultivarla y conservarla pero todos estos textos inciden en un mismo concepto: la felicidad de es un sentimiento, un conjunto de emociones gratificantes, momentos de sentimientos gratificantes.  Aferrarse a sentimientos, o querer atrapar emociones es lo mismo que pretender abrazar al aire; él sí nos puede rodear o metafóricamente abrazar pero nosotros a él no y eso mismo pasa con las emociones y sentimientos. Por eso, si la felicidad es un conjunto de emociones no la podremos poseer nunca. Ella sí nos podrá tocar de vez en cuando.

Creo que la felicidad no es un sentimiento sino un conocimiento o una certeza, que pueden provocar en nosotros emociones, unas veces gratificantes y otras veces no, de mayor o menor duración.  Y en ese conocimiento intervenimos por igual nosotros y quienes nos rodean.

La felicidad está condicionada por  4  variables; las tres primeras dependen de nosotros, la cuarta depende de quienes nos rodean. Las tres primeras son: lo que somos; lo que hacemos y, lo que creamos; la cuarta es la valoración por parte de quienes nos rodean de los que somos, hacemos y creamos. Somos felices si nos valoran por lo que somos, por lo que hacemos y por lo que creamos y, por desgracia, sin importar si lo como somos, lo que  hacemos. y lo que creamos es bueno o malo.

Esto explica porqué es tan frecuente escuchar "mis hijos son mi felicidad"... sí, mientras estos son pequeños... porque valoran sin restricciones lo que somos, hacemos y creamos, pero ¿podemos decir lo mismo cuando nuestros hijos son mayores en edad e incluso mayores que nosotros en conocimientos o en poder social y económico? ¿verdad que entonces ya no nos valoran tanto, si es que nos valoran algo? Y, en general ese algo está en relación con el pasado por lo que más  será agradecimiento que valoración, aunque a veces agradecimiento y valoración pueden coincidir.

Como quiera que la felicidad no sólo depende de nosotros, para asegurar nuestra valoración nos hemos visto impulsados a crear un referente místico; alguien o algo que, con seguridad, nos valore por lo que somos y nos acepte con benevolencia en lo que hacemos y creamos.  Y así aparecen...
- la multitud de formas místico-religiosas de la expresión humana, en búsqueda de valoración con aceptación incondicional
- la multitud de ideologías místico-sociales en búsqueda de valoración por lo que hacemos, con supuesta intención altruista
- la multitud de maneras de trascender nuestra historia solipsista por la valoración que, a través del tiempo, puedan hacer los demás de nuestros alcances tecnológicos y creaciones que les aportemos
Con una de estas tres maneras nos aseguramos "yoísticamente o solipsísticamente" la propia valoración. Y por eso, en tono de broma se dice que uno se realiza cuando "tiene un hijo, planta un árbol y escribe un libro"

Qué deseable sería que todos fuésemos valorados por quienes somos; entonces seríamos, de veras, felices.  No tendríamos que demostrar nada y nada exigiríamos. ¿Verdad que pensar así nos obliga a creernos niños?... porque ni los reyes hoy son aceptados por quienes son, ni los protagonistas de los cuentos de hadas.
 
A todos se nos exige más; se nos valora por lo que hacemos, siempre y, con alguna frecuencia por lo que creamos. Y como lo que hacemos y creamos dura poco, permanentemente estamos en deuda y, consiguientemente, no se nos valora si no seguimos haciendo y creando.  Esto explica la dura condición de las personas mayores; como no pueden seguir haciendo y creando en ninguna de sus dimensiones de vida, pues no se las valora y cada día la felicidad se va desdibujando de sus rostros, porque se lo digamos o no, estorban porque no les reconocemos valor.
 
Siendo esto así, ¿es posible ser feliz?
  • De niños, difícilmente, porque por los límites que los adultos les imponen no les permiten ser niños y se les pide hacer cosas creativas con disciplina de adultos y a ritmo de adultos.
  • De adolescentes, no, porque ni se les permite seguir comportándose como niños ni se les permite experimentarse como adultos creativamente, con libertad, aunque se la tomen.
  • De jóvenes, quizás, si tienen la suerte de encontrar mecenazgo para su quehacer y crear; de otro modo no, porque no se sentirán valorados por lo que son; sólo por lo que hacen que nunca será suficiente porque el marketing les señala mayores metas deseables.
  • De adultos maduros, sí, si han sido previsores para consolidar la independencia creativa, por la que a sí mismos se valoren; de otro modo no, porque hacen cada vez menos y crean más lentamente.
  • Los ancianos... ya lo hemos dicho... NO y esta es la resultante de nuestra vida a la que eufemísticamente llaman "tercera edad" cuando en realidad es... la ÚLTIMA... que se valora y  que existe.

Si la felicidad no nos es posible como estado, como posesión, que sólo se nos da a cuentagotas y a migajas en razón de esas cuatro variables que la componen y que, en buena cuenta, depende más de los demás que de nosotros ¿porqué nos dejamos deslumbrar por sus múltiples espejismos? ¿Quiénes nos han engañado o nos siguen engañando?  
 
El cultivo de la serenidad como forma de vida, por el contrario, tiene sólo una variable y ésta depende sólo de nosotros:  aprender a valorar y valorarnos en todo momento como contingentes y, por lo mismo perfectibles.
 
Nuestro ser, hacer y crear quedará reducido a la conciencia actuante y permanentemente exigente de perfectibilidad, sin prisas y sin dependencias de nada ni de nadie, porque será tan perfectible y contingente como nosotros.
Pero, al mismo tiempo y para alcanzar este nivel de libertad activa sin caer en el solipsismo y en el conformismo, insostenibles por ser patológicos, necesitamos re-educarnos en la vivencia de la soledad-creativa pero expuesta, voluntariamente, a la crítica comunitaria porque por nosotros, solos, pronto caeremos en la pereza.
 
La vivencia de la serenidad como estado de vida y conciencia creativa, tiene como aliada necesaria la vida mística, imprescindible para poder ser persona entre personas y para las personas: serenidad mística, sí es posible siempre; la felicidad permanente, es una quimera en cualquier estado de vida que se pretenda pensar. (antiguo post  LA SOLEDAD PARADOJA NECESARIA...)








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