viernes, 15 de noviembre de 2013

¿ SE PUEDE SER VERAZ EN LA VIDA SIN MORIR EN EL INTENTO ?

Soy consciente de que la coletilla del título de este post "sin morir en el intento" es un plagio pero valga la ocasión para rendir homenaje a Carmen Rico-Godoy quien, me parece, fue la primera en usar la expresión.
 
El tema que me ocupa y deseo compartir con Uds. es la verdad, la veracidad de vida, la coherencia entre el pensar, el decir y el obrar en nuestra vida.  Y la pregunta es -si es esto posible- en la vida personal, en la vida de pareja, en la vida social, en la vida laboral, en la vida política y en la vida espiritual sin exponer nuestra existencia al límite.
 
Con base en los datos que nos aportan los informativos de los medios de comunicación social -de los que tampoco podemos fiarnos ciegamente que sean veraces- la respuesta es inmediata: no se puede ser veraz en un mundo que miente a diestra y siniestra y pretenderlo es tener actitud suicida. 
Pero lo grave es que seguir viviendo en la mentira es ser parte de un sistema homicida.  Basta, para corroborar lo dicho, con que abramos los noticieros y constataremos que el mayor número de noticias hacen referencia al homicidio perpetrado de múltiples modos y siempre tiene por motivación el engaño, la traición, la mentira.
 
La mentira y el homicidio, expresados en la más amplia acepción de estos término, van juntos: prueba de ellos son los asesinatos pasionales, los odios históricos entre amigos y hermanos, las economías quebradas de las naciones, los países beligerantes por siglos, las guerras sin cuento y sin término...
Cuán dramáticamente, tanto a nivel personal como social, resulta cierta y constatable la expresión de Cristo: "el que miente es hijo del maligno, quien desde el principio es homicida".
 
Pero ¿por qué mentimos, si las consecuencias son tan trágicamente graves?
La mentira tiene dos padres: el "señor" miedo y la "señora" pereza. Macabra dupla que engendra homicidas. 
 
Sí, cuando mentimos, quien miente, tarde o temprano, con conocimiento o inconscientemente a alguien mata... en sus esperanzas de vida, en sus legítimas aspiraciones, en las oportunidades frustradas... y, como consecuencia genera en esas personas predisposición para la agresividad cuyo límite volverá a ser el homicidio.
 
No puede ser de otro modo porque la frustración produce a nivel neurológico dos respuestas: la búsqueda de compensaciones y la agresividad.  Estas dos respuestas van íntimamente unidas y tanto se pueden expresar con uno mismo como en relación con los demás llegando a ser positivas y creativas sólo si hemos educado (conducir fuera de sí al encuentro de otros para enriquecernos mutuamente) nuestro carácter y permanecemos en estado de alerta para reorientarlo, para  reeducándolo. 
De otro modo la cascada de justificaciones (toda justificación es un modo elegante de mentir pero, por elegante, no de deja de ser mentira) como mecanismos de defensa continuará in crescendo hasta convencernos todos de que ser veraces en un mundo de mentira es imposible porque seremos víctimas y, entonces, generamos una cultura paranoide de la que intentamos huir creándonos "nidos de amor" a los que atribuimos la verdad, bondad y belleza que nosotros no tenemos; claro está que la frustración nos la servimos en plato hondo y volvemos a engendrar actitudes homicidas.
 
¿ Y cómo salir de la mentira, como forma de vida ?  Dos alcances:
1º Por medio de la auto-delación.  Los propósitos de enmienda sin auto-delatarnos serán un modo de auto-mentira porque si no derrotamos el miedo, que es uno de los padres de la mentira, no conseguiremos ser veraces y seguiremos esclavizados de nuestra pulsión depredadora, asesina.
2º Mediante registros concretos de nuestras mentiras, de los momentos - lugares - circunstancias y personas en que mentimos, de las veces en que intentamos mentir pero nos retractamos más o menos a tiempo y, por último, registros de las veces que quisimos mentir pero no lo hicimos.  Sin estos registros no venceremos la pereza a que nos induce nuestro carácter, que es otro de los padres de la mentira, ni podremos auto-delatarnos con firmeza.
 
En este trabajo como en el trabajo con las demás adicciones de las que forma parte la mentira, es más fácil no iniciarse o salir pronto de ella, que experimentarla y disfrutar de la misma, porque las adicciones son difíciles de controlar.  La expresión "desarraigar", que se suele usar, no es correcta por total inexactitud pues las adicciones jamás desaparecen, sólo pueden ser controladas con vigilancia constante. 
 
¿ Pero ganamos algo siendo veraces en un mundo dominado por el engaño, la falsedad y la mentira ?
La veracidad sólo nos asegura una vivencia: ser libresNo existe mayor riqueza ni dignidad para una persona porque sólo la libertad la identifica como persona.
Para todas las demás dimensiones de la vida, el obrar con veracidad nos hace vulnerables porque nos hace predecibles a los ojos de los demás  y desde la predecibilidad seremos fácilmente objetos de abuso pues la gente suele confundir, muy frecuentemente, bondad con debilidad e intentarán abusar de la bondad siempre que se lo permitamos.
 
Ante este riesgo real de ser objetos de abuso habremos de ejercitarnos en la práctica de la verdad mediante 3 cualidades: delicadeza, firmeza y claridad.
La expresión de la verdad sin delicadeza (teniendo en cuenta las debilidades y flaquezas del interlocutor)  se convertirá en u acto de brutalidad, de abuso, de negación del valor de la personaLa verdad no puede ser superior a la persona sino estar a su servicio.
La firmeza exige que expresemos la totalidad del contenido de la verdad que queremos compartir.  Sin firmeza la comunicación se transformará en un acto de manipulación que fácilmente dará por resultado el rechazo del interlocutor como acto auto-defensivo o la justificación sin final.
La claridad exige de nosotros estar en actitud de esclarecimiento, tantas y cuantas veces el interlocutor tenga necesidad de ser auxiliado para el correcto entendimiento de diálogo.
 
Ser veraces en un mundo que obra en contra de la verdad - mundo próximo y/o lejano- demandará de nosotros dos actitudes: Vigilancia para ser veraces y, así ser persona libres y... Disposición docente al más clásico estilo griego: sin retribución. 



 
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

SER SERVIDOR DE ALGUIEN ¿ HUMILLA O DA PODER ?

Ante las personas con actitud de servicio y, mas aún si el servicio que prestan es incondicional o prácticamente incondicional, se suscitan tres tipos de respuestas y actitudes en quienes las rodean:  1 actitud de admiración, 2 suspicacia ante las probables intenciones ocultas y 3 rechazo porque se considera ese comportamiento como humillante, poco digno y, generalmente, objeto de abuso.

La admiración se suscita ante la imagen abrumadora de "personajes" que impactan la vida social o política porque alcanzan éxito ejerciendo labores que parecían imposibles de ser coronadas con el éxito pero que son el resultado de muuuu...chos años de esfuerzos silenciosos e inicialmente solitarios. 
Prototipos de estos personajes y próximos a nosotros pueden ser M. Gandhi que unificó a su país y lo liberó de un Imperio sin confrontaciones bélicas; M. Teresa de Calcuta quien, por la labor de acoger a los más miserables de la India y dignificarlos rompiendo los tabús de las castas sociales, convoca en sus funerales a la multitud orante jamás vista en el mundo, de todos los credos  y a representantes de casi todos los países y religiones; M. Louther King quien con su lucha y luego de su muerte, alcanza a romper la segregación legal de la raza negra en USA y consolida realmente la libertad de la esclavitud social que sufrían estas personas.

Y en nuestros cercanos ámbitos familiares, vecinales y laborales todos conocemos personajes que son queridísimos porque el monosílabo NO ha desaparecido de sus mentes, cuando alguien les pide algún servicio; dan la impresión de disfrutar solamente sirviendo a los demás y de los que, con alguna frecuencia, se dice "sólo sabe sufrir".
Son los tíos queridísimos e inolvidables o los compañeros a los que siempre podremos acudir por ayuda: los médicos incondicionales y silenciosos para el servicio; los empresarios que por igual se ocupan del desarrollo de sus trabajadores que de los objetivos de sus empresas; los políticos que escuchan para poder cambiar los contextos sociales de injusticia; los maestros que rarísima vez se les recuerda aunque hayan sido las bases del ABC intelectual, moral, ética y mística de generaciones; los investigadores ocultos que intentan hacer más agradable nuestra vida, etc. etc.  La admiración, las alabanzas, los reconocimientos de los beneficiarios son ostensibles porque en estos casos siempre son la minoría y desde ella, decimos, marcan la diferencia.

Pero luego de la expresión de admiración surge la reacción en contra y las expresiones frecuentemente sarcástica de "yo no soy Teresa de Calcuta" o "yo no soy la tía Lula" porque "por si acaso, yo no soy santo".  Admiración sí, pero asimilar y hacer propios los valores de servicio de los personajes servidores de los demás, no, porque no parece clara la separación entre la extrema generosidad de los servidores y la ignorancia que del "mundo real" tienen estas personas y la percepción de debilidad y falta de "autoestima" de las mismasY ante el actuar generoso de estos personajes es fácil encontrar mucha gente y, generalmente próxima a ellos, que confunde su bondad con debilidad e intenta, por muchos medios, abusar de quien sirve. Pronto, en consecuencia, surge la duda expresada como "bueno es el culantro pero no tanto" y comienzan las suspicacias.

Que estos personajes (por igual los sociales, los profesionales como los familiares) tienen poder y lo ejercen desde el servicio, en proporción difícilmente calculable, es evidente por las multitudes que convocan y/o por la perennidad de su recuerdo pero, al mismo tiempo, son sujetos de humillación y a veces de burla, incluso, luego de ser reconocida la heroicidad de su actuar.
El servicio puede ser fuente de poder pero, al mismo tiempo, generado de humillación.

Los análisis de sus comportamientos y las expresiones de sus modos de pensar, de su filosofía sobre la vida genera mucha reserva y suspicacia porque nos resulta difícil seguir sus huellas. Reservas en nuestro actuar porque decimos que somos diferentes y defensas en nuestro pensamiento porque nos falta claridad para saber con certeza si no ha habido en ellos ganancias ocultas. Son los mecanismos que nos permiten negar el valor evidente para nosotros de esas personas porque sus vidas son "voz profética" que compromete, en mayor o menor grado,  y nos exigen cambiar en nuestro actuar


Todos deseamos un cambio de sociedad, de políticas internacionales, de tecnologías e ideologías al servicio del ser humano para que éste sea más persona pero esperamos que este anhelo sea producto de la magia o "de influencia extraterrestre", unas veces sacrales de todos los colores y otras, cada vez más frecuentes, alienígenas. Son los modos por los que hacemos ostentación de nuestra cobardía ante los retos de la vida que nos toca protagonizar. Y, por eso, preferimos refugiarnos en los personajes que, debiendo ser servidores por autodefinición, nos escandalizan .

De sobra sabemos, por la historia, que los cambios sólo son producto de la generosidad mancomunada, de la multiplicación de quienes tienen conciencia de ser personas para personas y que no se detienen porque, efectivamente, haya seres que sólo alcanzan a ser seres humanos al acecho de cuanto provecho puedan usufructuar del servicio de las personas con conciencia de persona.

Que frente a quien sirve habrá, lastimosa y frecuentemente, demasiada gente con el ánimo de abusar, es también y para todos una evidencia. Y, ante esta realidad ¿qué hacer para que nuestro servicio sea un paso más hacia los cambios que deseamos?  Mi respuesta es clara: sumarnos al número de "profetas" con dos actitudes:
1- Fortalecer cada día nuestra actitud de servicio o, dicho de otro modo, decir y hacer SI a toda petición de servicio que se nos haga.
2- Denunciar con "delicadeza, firmeza y claridad", es decir, con VERACIDAD al servicio de las personas (y no veracidad por la veracidad) cualquier abuso de que podamos ser objeto (sea quien fuere el abusador: próximo o lejano, fuerte o débil, autoridad o par), pidiendo reciprocidad, de algún modo, a toda aquella persona a quien sirvamos, para que sea explícito el equilibrio de "tú, eres más que yo, antes que yo y superior a mi, pero no sin mi"


Creo que con  esta dupla actitudinal, la humildad del servicio que prestemos en nuestros hogares, en los ambientes laborales, en las relaciones sociales -civiles o religiosas-, en la dimensión política etc. se transformará en un mecanismo de poder al servicio del cambio de -ser humanos, a ser personas para personas-, que todos anhelamos.









 

Translate