viernes, 31 de mayo de 2013

NUEVAS FORMAS DE FAMILIA... nuevas formas de moral...PERO LA MISMA ÉTICA - 3

He dialogado ya sobre los problemas fundamentales de pareja que se presentan en todo divorcio, de la  posibilidad que tienen de repetirse en las nuevas conformaciones familiares y del modo de prevenir tal riesgo.

Hablaré ahora de la segunda variable, los HIJOS: "los tuyos, los míos y los nuestro", para intentar alcanzar a través de la ética = lo mejor y más perfecto para todos, y subsanar así los objetivos que se tuvieron en la familia originaria más los que se hayan planificado para el nuevo proyecto de familia.

La decisión de conformar una nueva familia saludable exige, primero, enfrentarse con las dificultades de pareja que cada individuo ha tenido en la experiencia anterior  y, además, la planificación clara, con la nueva pareja, de los objetivos que se quieren lograr en la familia que se forma, con el aporte de las estrategias de BONDAD, VERDAD Y BELLEZA.  Estos tres conceptos tendrán que ser desarrollados de manera práctica, no teórica, para que permitan afrontar las resistencias que los  hijos les presentarán inicial e inevitablemente, haciendo alianzas o vínculos para sacar provecho del "río revuelto".

He enunciado, indirectamente, dos premisas para re-editar una vida familiar saludable: "análisis y conocimiento de las dificultades que cada miembro de la neo-familia afrontará y estrategia de ejecución y confrontación de esas dificultades.  En suma, SABIDURÍA, esto es, el arte y la técnica de hacer de la familia la empresa de la vida que, como todas, requerirá de sesiones periódicas de "directorio", es decir, de diálogo sostenido todo el tiempo.

Cada hijo (de diferente manera por su historia y carácter) ha creado hábitos y expectativas unas veces conscientes y otras inconscientes que intentará no variar y, consiguientemente verá en la nueva pareja del progenitor con quien vive, una amenaza para su rutina de vida sin importar cuan buena o insalubre sea ésta. Aplicará el dicho de que "vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer" e intentará establecer alianzas para asegurar su estatus, con los más próximos (familiares o no) incluyendo a sus progenitores.
Si el progenitor con quien vive es sensible a estas demandas se creará con él y en él una relación, ciertamente extraña de "culpabilidad, de dependencia y estorsión emocional de doble vínculo" es decir, que afectará negativamente, de igual manera al hijo que al progenitor.  Ante esta situación, la nueva pareja tendrá el deber de "denunciar y confrontar" con igual bondad que veracidad lo que pasa, para apoyar a que ambos hagan los cambios necesarios de conducta  que hagan posible  el nuevo proyecto de familia; sin esta explícita confrontación se iniciará el proceso de infidelidades sin fin,a las que he hecho mención en el                     post anterior.

Lo dicho, y por paradójico que pueda parecer, comprometerá el cambio de la pareja pero no asegurará  el cambio de los hijos; si éste no se da y sin importar si son niños o adolescentes o jóvenes, hombres o mujeres se trata de la "lucha de poder" por lograr tener dominio sobre el progenitor, considerado culpable del cambio de la atmósfera familiar a la que estaban habituados. No es la nueva pareja la intrusa, como se suele hablar en los ambientes adultos; es el progenitor el débil a quien hay que "sofocar  y dominar" emocionalmente para "liberarlo", con la apariencia contraria. Por eso, el comportamiento en estos casos suele ser igualmente contradictorio: el de apego hacia el progenitor y el de hostigamiento hacia la pareja, muchas veces reforzado por el apoyo de personas ajenas al ámbito-próximo familiar y no pocas por el progenitor lejano o por el recuerdo de él cuando está muerto.

El protagonismo para desenmarañar esta madeja de emociones le corresponde al nuevo integrante de la familia-pareja, considerada intrusa, quien ha de obrar en dos momentos con leal veracidad con el progenitor sojuzgado-emocional (el padre o madre de los hijos)
En el primer momento ha de dejar a éste intentar arreglar el orden jerárquico por su cuenta y, luego de paciente y prudente tiempo apoyando al cambio de-los hijo-s, habrá de obrar con la firme belleza de quien ha ganado la autoridad para organizar y proclamar el nuevo estatus familiar con claridad e igual firmeza y bondad:  dirá cómo serán, en adelante, los modos de comportamiento válidos en el nuevo orden familiar. 
Esto es contraponer a la "lucha de poder" el principio de "orden en la justicia"; los hijos apelarán a principios de justicia y está bien pero, en una buena relación social o familiar no basta que haya justicia, se necesita además, orden para que haya belleza y hermosura.

Al progenitor, "objeto de deseo de dominio" le corresponde el rol secundario, pero fundamental, de secundar la acción de la pareja en la estructuración del orden jerárquico nuevo; sin ese apoyo veraz y elegante, es decir, bello en las formas, la ridiculización del orden familiar será imposible de superar y las frustraciones originarán agresiones, al modo como ya he analizado en el post anterior.

Caso poco frecuente, pero no extraño, es el de las alianzas de los hijos con las parejas de sus progenitores (tanto entre hijos grandes como pequeños). Los resultados son ambivalentes: los que encuentran en la nueva pareja el complemento ideal-deseado para su progenitor y, entonces "miel sobre hojuelas" y los que encuentran la liberación del peso que significaba el progenitor con sus limitaciones, debilidades o canseras y que la nueva pareja ha asumido o aliviado y, entonces "nos ha tocado la lotería".  Todo irá bien mientras no haya que afrontar contrariedades pero, cuando se presenten por la  pugna en el protagonismo perdido por algún hijo, será necesario aplicar las estrategias anteriormente mencionadas.  Acápite aparte son los vínculos patológico-perversos que no pocas veces se establecen entre un miembro de la pareja con alguno de los hijos, pero de ello no quiero ocuparme ahora.

Quiero terminar esta "trilogía" sobre las "nuevas formas de familia" resaltando las ideas-guia de ella: la Verdad, el auto-dominio del Carácter, la Bondad y la Belleza del Diálogo sostenido en el tiempo.

Sin ellas es imposible una vida familiar saludable y con ellas cualquier forma de familia será creativa y sana porque la animará la vida espiritual.






      

lunes, 27 de mayo de 2013

NUEVAS FORMAS DE FAMILIA... nuevas formas de moral... PERO LA MISMA ÉTICA - 2

Les entrego la reflexión sobre la segunda modalidad de "nuevas forma de familia": la constituida por personas, alguna de las cuales han tenido en su vida algún divorcio.

Antes de comenzar el análisis del problema deseo expresar con claridad que: el divorcio es un mal en sí mismo, y muchas veces traumático, que de ninguna manera debe ser la consecuencia del ensayo social expresado en "pruebo y si me va mal, me divorcio"; sería la expresión de inmadurez y pragmatismo de una personalidad adolescente. Pero, no obstante lo dicho, con igual claridad afirmo que el divorcio puede ser una alternativa válida que, por experiencia profesional, considero que afecta a no menos del 70 % de las parejas, porque son muy pocas las personas que tienen conocimiento bien formado de la pareja antes de casarse y menos aún las que se asumen mutuamente  como un reto para ayudarse a superar las limitaciones que conocen tener. Porque el fin del matrimonio es el enriquecimiento mutuo.  Sin este conocimiento mutuo y esta disposición intelectivo-anímica el acto del casamiento carece de libertad adulta tanto social como espiritual y, por consiguiente, de validez; luego, en la medida en que el conocimiento mutuo crece, la vida puede hacerse insoportable por las agresiones de toda índole a que la convivencia puede dar lugar: físicas, psíquicas, emocionales, sociales, laborales... hasta morales.

La diversidad de problemáticas psicológicas, sociales y morales que se suscitan es amplia pero me detendré en los problemas comunes y en cómo afrontarlos saludablemente. Podemos distinguir dos grupos de parejas: aquellas en las que uno de los miembros ha estado casado y las parejas en las que ambos han estado casados con anterioridad.  Ambos grupos, hasta no hace mucho tiempo, eran objeto de recelos sociales y morales; hoy esto está cambiando y se van considerando tan normales como las familias tradicionales; inclusive en los ámbitos religiosos impulsados a ello por la acción pastoral entendida desde la vida ética o desde la vida mística, antes que desde la moral.
Estos cambios en la valoración moral de las sociedades no modifican las problemáticas psicológicas que afrontan estos colectivos y podríamos sistematizarlas en dos variables: la historia previa vivida con la-s pareja-s anterior-es y los hijos. (De estos aspectos hablaremos en el próximo post) 

En todos los casos hay comportamientos y conductas que desencadenan el trauma del divorcio pero siempre hay dos variables que se repiten como causas eficientes de los mismos: el descontrol del carácter y la falta de diálogo, porque se mienten mutuamente.

Si alguno de la pareja no se ha educado en el domino y control de su carácter, intentará imponerse a la otra persona; unas veces de forma explícita y otras de forma astuta pero el resultado será el mismo: dominarla, imponer su voluntad  y sus caprichos.  En la segunda variable, si no hay clara manifestación de lo que se piensa, de lo que se quiere y de como se actúa, jugarán ambos a esforzarse, en un principio, por halagar al otro y poco a   poco a interpretar o adivinar lo que la pareja vive y, paulatinamente, a buscar compensaciones al esfuerzo que hacen, engañándose y reforzando así el carácter. Esto es así porque ante la frustración nuestro cerebro buscará, siempre, alguna manera de compensación y si, no se ha educado en el autodominio caracterológico, la compensación conllevará, siempre, el engaño de muchas formas expresado.

La gravedad del problema no está en los hechos vividos y que he resumido sino que, frente a la nueva opción de pareja, los mismos comportamientos se repetirán con muy alta probabilidad; la razón es que "todas las vivencias, aunque sean errores de los que tenemos conciencia, generan en nuestro cerebro, aprendizajes que se repetirán inexorablemente, salvo que  intencionalmente los corrijamos y los transformemos en aciertos.  El dicho "de los errores se aprende"... "sí, a seguirlos cometiendo"; si queremos un acierto, tenemos que corregir el error y generar un acierto; de ese modo nuestro cerebro podrá repetirlo.  Pero cuidado porque tendremos en nuestro cerebro los dos aprendizajes el del error y el del acierto; para que éste último sea el victorioso y el error disminuya su fuerza, tendremos que estar constantemente en alerta para no cometer ningún desliz pues, de otro modo, el error por ser el primer aprendizaje se reforzará más intensamente y nos parecerá que no lo podemos superar y terminaremos por dejarnos llevar por el "yo soy así y quien me quiera tendrá que quererme así".  Llegado a este término habremos repetido el capítulo anterior.    

Afrontar este reto de superación de los errores del pasado, solos, es posible pero sumamente difícil pues si partimos de que la mentira ha estado presente en ellos fácil es entender que estamos predispuestos para el autoengaño; "es imposible ser juez y parte" honesto.  Si a lo dicho añadimos que el carácter nace con nosotros, es decir, que estamos acostumbrados a sus errores, es muy difícil que no nos percatemos de la gravedad de los mismos y del daño que soportan los que conviven con nosotros.  ¿Como afrontar esta dificultad antes de iniciar una nueva forma de vida, de modo saludable?  Sólo con ayuda terapéutica o counseling o couching o dirección espiritual o consejería... pero solos NO.  Con cualquiera de estos modos de ayuda, en tanto la eficiencia profesional sea notable, podrá tenerse seguridad razonable de no incurrir en los mismos errores,  que en veces anteriores.


















miércoles, 22 de mayo de 2013

NUEVAS FORMAS DE FAMILIA...nuevas formas de moral... pero la MISMA ÉTICA

Comienzo, amigos, aclarando el tema de la "moral y la ética. Ambas palabras, tienen, lingüísticamente la misma traducción: la moral, del latín y del griego la ética; ambas significan "costumbre-s". Pero el uso que los griegos hacían del término marca la diferencia; para ellos el actuar ético era comprometerse con el mejoramiento de las costumbres para el bien de todos, en cambio, para los romanos la moral era el conjunto de normas, costumbres o leyes o reglamentos que regulaban el actuar de las gentes.
Eh ahí la diferencia de ambos términos: actuar moral es comportarse de acuerdo a ley y ya se sabe que "la ley no es igual para todos" (digan lo que digan los jurisconsultos) "porque hecha la ley, hecha la trampa";  en tanto que el actuar ético consiste en cumplir la moral pero superándola por lo que es mejor y más perfecto lo que exige, en muchos casos, "no actuar moralmente" porque la guía del actuar no será la norma, la ley o la costumbre, sino la VERDAD que no podrá nacer de nuestro capricho ni de nuestro "cerebro iluminado"; hemos dicho ya, anteriormente, que "para ser inteligente hay que ser muchos"

Aplicados estos conceptos a las nuevas y antiguas formas de familia que el siglo XXI nos ofrece,  podrían aclarar algunos desencuentros conceptuales, y psico-sociales que entristecen la convivencia de chicos y adultos, de forma poco humana y nada digna de personas.

Las llamadas nuevas formas de familia sólo lo son desde el punto de vista jurídico, vale decir, moral; se reconocen como tales a las familias formadas por homosexuales de ambos géneros y las provenientes de personas divorciadas. En realidad han existido siempre pero de forma encubierta y moralmente descalificadas; recordemos los niños criados por "tías, más que por tíos" y aquellos que se decían "huérfanos" desde muy temprana edad.      
Las familias antiguas son las conformadas en base a heterosexuales y las monoparentales porque así lo determinaron las circunstancias biológicas y  sociales (muertes) o psicológicas (abandonos) o por adopción.


Quiero referirme, ahora, a las así llamadas "nuevas formas de familia"pero sólo reflexionaré hoy sobre las familias de las parejas homosexuales y dejaré para otra oportunidad la reflexión sobre las familias formadas por divorciados.


Recuerdo haber tenido que responder a profesionales de psiquiatría y psicología sobre la "problemática educacional" de los hijos de parejas homosexuales (adoptados o de uno de los miembros de la pareja). Tenemos que tener en claro que ni la homosexualidad ni la heterosexualidad son condicionadas genéticamente, es decir, no hay transmisión hereditaria, razón por la cual de padres heterosexuales pueden nacer hijos homosexuales y biceversa.
La razón puede ser congénita (nacer con predisposición desconocida para las ciencias genéticas y embriológicas hasta ahora), aprendida (por maduración del "sexo neural" y por repetición de experiencias a temprana edad que se transforman en modelos de comportamiento genital) o por opción voluntaria (elección en algún momento de la vida).  Quien con claridad didáctica expresó la existencia de estos 3 condicionantes fue Jesucristo quien hablando de los eunucos y célibes (que aún siendo claramente diferentes de los homosexuales pueden, por extensión conceptual, equipararse con ellos en razón de las limitaciones procreativas que se suelen auto-imponer) dijo: "los hay que han nacido así del vientre de su madre, los hay a quienes la sociedad los hizo así y los hay que así mismos se han hecho eunucos" y añadió... "por amor al reino de los cielos" (refiriéndose a quienes hacen opción de celibato). Este añadido no cambia la pertinencia de la descripción de causas, para ambos casos.

Tampoco existen pruebas de condicionamiento homosexual hacia los hijos por parte de los padres homosexuales y, en los casos en que pudiera encontrarse este condicionamiento, sólo estaríamos ante padres "perversos o psicológicamente depravados" como los encontramos (y no pocos) entre los padres heterosexuales.  Cuando estos casos se dan (en cualquier forma de familia) y es a temprana edad, se tiene la confirmación de lo dicho por Cristo "a los que la sociedad los hizo así" y los pervirtió y los condicionó-determinantemente.

Ante el temor de que el modelo de los padres pudiera determinar el actuar de los hijos, por último, hay que decir con claridad que el "condicionamiento" comportamental lo recibimos de cuanto y cuantos nos rodean (medios de comunicación social en general) y que gracias a la naturaleza evolutiva de nuestro cerebro, no nos determina ningún modelo. Nuestro cerebro tiene el potencial neuroquímico para elegir ser libre o  para elegir ser dependiente o ser esclavo de los demás o de sí mismo.  Nuestro cerebro puede repetir los modelos o superarlos. En consecuencia, las llamadas "nuevas formas de familia" son tan aptas o tan limitadas como las "formas antiguas de familia" para ejercer la función educadora de sus hijos.

Si los padres (cualesquiera que ellos sean) educan a sus hijos es decir, les enseñan salir de sí mismos, (que eso quiere decir educar) para CON LOS DEMÁS BUSCAR LA VERDAD, les habrán ayudado a dar el salto de ser "seres humanos" para ser "personas", esto es, para ser seres libres por el espíritu.   Esto exige, al grupo familiar, vivir en función de la verdad y no en función del rango jeráquico, esto es, entender que la "autoridad" no se tiene... porque se es padre o madre, o porque se es homosexual o heterosexual  sino que se gana trabajando, es decir, "buscando juntos la verdad, diciendo la verdad, haciendo de la verdad" en todos las expresiones de la vida: alimentación, juego, relaciones interpersonales, opciones, toma de decisiones y correcciones.
Para lograr esto, todas las formas de familia tienen los mismos retos a superar.    

lunes, 13 de mayo de 2013

¿ VECINDAD SALUDABLE ?... solo si... PROPORCIONALIDAD SOLIDARIA



Hace unos días fui testigo del siguiente incidente de vecindad:“En huertos contiguos las dos personas propietarias compartían el agua de una charca para usos diversos. Sólo una de ellas era propietaria de los manantiales que alimentaban la charca.  Por diversas razones el agua se filtraba  de modo que no podían abastecerse ni para las necesidades elementales.  Se imponía hacer obra de albañilería y herrería para lograr contener el agua que habría de ser costeada. La persona que usaba el agua, por generosidad de la vecina sin tener ningún manantial en su finca, se expresó así… -Hay que calcular cuanto nos va a costar-“
Esto me permitió reflexionar sobre los conceptos de “igualdad  -  proporcionalidad  -  solidaridad”, aplicables a la vida cotidiana de nuestro actuar en sociedad y lo comparto con ustedes.

La expresión del usuario del agua ajena “cuanto nos va a costar” puede traducirse en cantidades muy diversas. Probablemente la más frecuente sea: “nos ha de costar a partes iguales” puesto que ambos usamos -igualmente- el agua; lo que equivale a usar el concepto de igualdad para la repartición de costos y gastos.

Pero…¿la igualdad es un concepto real, es decir, es observable en la existencia?...No existe igualdad ni biológica, ni psicológica, ni espiritualmente entre las personas humanas (campo de nuestro análisis). No existe, biológicamente, ni en los gemelos univitelinos: sus cerebros son distintos;  no existe psicológicamente, en consonancia con la estructura biológica y base del carácter, en ninguno de los dones o facultades que conforman nuestro psiquismo y lo que de ellas se genera; por ejemplo, no existe igualdad en los conceptos numéricos y por eso se requiere de cálculos correctivos para hacer frente a los márgenes de error de todo uso numérico; y, por ultimo no existe la igualdad espiritualmente porque el espíritu es inasible, inigualable, esto es, desigual. La conclusión es que ni la naturaleza ni Dios se repiten en sus obras, por eso es correcto decir que todos somos distintos e irrepetibles.

Siendo esto así, ¿cómo establecer el criterio de vecindad o de vida social saludable desde el concepto de igualdad en el reparto de responsabilidades?  No se podrá  jamás repartir a partes iguales las obligaciones, respetando el criterio de justicia, lo mismo en el orden jurídico como en el orden de la perfección.

Hay, sí, 3 posibilidades de acción saludable:  PROPORCIONALIDAD SOLIDARIA, “la persona propietaria de los manantiales de su finca” se solidariza con la persona vecina permitiéndole usar el agua (que podría bloquear) y aceptado solidariamente la cuarta parte del gasto.  COMPENSACIÓN CONSENSUADA o transacción económica, con lo que la propietaria se compromete a dar el servicio que la vecina necesita a cambio de la compensación negociada.  SUBSIDIARIEDAD COMUNITARIA (subsidiariedad, etimológicamente, quiere decir: “ponerse de bajo para que el otro alcance), es sólo posible en forma colectiva, comunitaria, social o gubernamentalmente para poder ordenar la secuencia de los servidores.

Tratándose de vecindad y en aras de la armonía y belleza del saber hacer, es bastante claro que lo más elegante es la PROPORCIONALIDAD SOLIDARIA, ¿no les parece?

miércoles, 8 de mayo de 2013

POR QUÉ NOS DUELE EL MAL AJENO - 3


Les hago entrega de la última parte de esta reflexión, con el ánimo dialogante de siempre.

La tercera razón es, el desenfoque de lo que es la vida; desde el primer momento de su existencia es lucha implacable contra la muerte que, en la persona humana, sólo puede ser superada por el espíritu. 

Vida y muerte son expresiones inseparables de la existencia, conforman unidad de tal modo que morimos desde el primer momento de nuestro ser.  Es así desde que apareció el sexo genético para asegurar la vida y, con ella la muerte. Antes del sexo la vida se multiplicaba por simple división de los organismos y sólo con la alteración del medio ambiente desaparecían los organismos vivos, de otro modo no morían.  El sexo apareció como mecanismo biológico para asegurar la supervivencia cuando cambiaba el medio ambiente y se logró pero tuvo como precio la muerte. 

Esta lucha biológica tiene como inherente el dolor, la fatiga y el cansancio que son grados distintos de la misma realidad.  El dolor es un signo de vida o, si se quiere, un signo de que nuestro organismo está luchando, lo que no se ha de confundir con el sufrimiento que es signo inequívoco de muerte.  La diferencia entre dolor y sufrimiento es sencillo: el dolor es generador de vida (como el dolor del parto) mientras que el sufrimiento es estéril; no produce nada o indirecta o bien se expresa en muerte directamente.

No aceptar esta realidad es no querer entender que la vida tiene como obligación luchar por crecer, por generar nuevas expresiones de sí misma.  Tenemos la obligación de vivir como tenemos la obligación de ser felices; ninguna de las dos experiencias se nos darán gratuitamente jamás. 

Se nos ha hecho creer inútilmente que tenemos derecho a la vida y a la felicidad; no es cierto como tampoco son reales los derechos: la vida nos otorga dones, facultades, potencialidades con la obligación de desarrollarlos, de hacerlos crecer.  Los llamados derechos son conceptos vacíos de contenido ontológico, son como una nuez hueca y, pese a todo lo que se escribe sobre ellos, no existen.  Si existieran no tendríamos que exigirlos, que luchar por tenerlos, y no existe ni uno solo de los llamados derechos que se nos otorguen sin luchar, sin trabajar, sin experimentar dolor para alcanzarlos y, con mucha frecuencia experimentando no sólo dolor sino sufrimiento y muerte en el intento de conseguir lo que es deber biológico, psicológico, social, moral o espiritual: luchar por conseguirlos.

De esta confusión nacen, en lo social, las guerras; las enemistades en la dimensión afectiva; las depresiones en todas sus modalidades como deformación de la personalidad, y la esquizofrenia como deterioro del espíritu humano.

La tercera razón sindrómica hunde sus raíces en habernos educado, supuestamente, sin límites. El ser humano educado sin límites no podrá vivir ni humanamente en el contexto social, porque sólo se considerará sujeto de supuestos derechos y, entre ellos el de vivir sin dolor y sin restricciones que él no acepte, ni libre en su espíritu porque ante la realidad que le impondrá el tiempo y las circunstancias se deprimirá por impotencia y enfermará psiquiátricamente. No educarse en la aceptación de límites nos lleva a confundir libertad con autonomía.

Caemos, nuevamente, en otro error porque la autonomía biológica no existe desde el momento que nadie vive por sí solo ni subsiste por sí mismo.  Sólo existe vida libre en sociedad con los límites que ésta nos señala: “ ley de PROPORCIONALIDAD SOLIDARIA”.

Cuanto he meditado y compartido lo someto a diálogo con todos los que conmigo quieran seguir meditando sobre este tema del dolor compartido, por dos razones: simple coherencia con lo que he dicho y porque estoy convencido de que “para ser inteligente hay que ser muchos”; solamente entre muchos iremos descubriendo la verdad del espíritu y ésta nos hará personas libres, valga la redundancia, como nos asegura Cristo en su evangelio.   

lunes, 6 de mayo de 2013

POR QUÉ NOS DUELE EL MAL AJENO - 2


Comparto con ustedes la segunda parte de la reflexión sobre este tópico, con la misma idea de dialogar al respecto y de enriquecernos mutuamente.

La segunda razón que condiciona nuestro pesar ante el dolor ajeno es la expresión de nuestras emociones y afectos negativos: culpabilidad, impotencia y temor, es decir…, porque sentimos que ya es tarde para hacer lo que en algún momento pudimos haber hecho por la otra persona y, entonces, nos justificamos con los sentimientos de pesar y tristeza expresados de mil formas para apaciguar nuestro dolor y no el de las otras personas, sin querer tomar conciencia de que “cada vez que nos justificamos mentimos”, nos mentimos a nosotros mismos hasta llegar a convencernos de que nuestros pensamientos mentirosos son verdad…;  porque nos sentimos impotentes de hacer algo pero no damos el paso de preguntar qué hacer, no vaya a ser que nos pidan expresiones de solidaridad costosas…; porque la soledad en que podemos quedar con la muerte de las personas nos causa temor, miedo a la soledad y al silencio.

Esta segunda razón sindrómica hunde sus raíces en no habernos educado en la soledad, en el silencio, en la aceptación de la segregación por ser diferentes, en el saber decir no con serenidad y en saber ser segundos.  Estos cinco modos de proceder pocas veces, por no decir que nunca, hoy, son objetivos de los modelos de educación ni en las familias ni en los centros educativos y, por consiguiente, nos pueden parecer sin sentido.  Sin embargo marcarán la diferencia entre ser, o no ser, personas equilibradas psíquicamente ante la adversidad y el dolor, cualquiera sea la forma de los mismos.

Probablemente estos cinco condicionantes educativos señalados, por mi, como prerequisitos necesarios para tener estabilidad emocional ante el dolor, especialmente ante el dolor psíquico (formas de depresión), ante el dolor emocional (modalidades diversas de abandono, fracasos y/o rechazo), ante los dolores afectivos (muerte fisiológica y "pérdidas necesarias" para seguir viviendo) y ante el dolor espiritual (vacíos de fe) puedan suscitar más de un interrogante, duda, o contrariedad.
Si así fuera, puede constituirse en motivo de enriquecedor diálogo entre nosotros.  

sábado, 4 de mayo de 2013

POR QUÉ NOS DUELE EL MAL AJENO


Tres personas han abierto diálogo a partir de la presentación del blog que inicié la semana pasada y las he contestado desde el correo electrónico porque por ese medio se han querido comunicar.  De las tres, ha habido una de especial significación para mi porque me hacía partícipe del dolor que experimentaba, al no poder estar al lado de una de sus hermanas que se encuentra muy grave de salud; tiene cáncer al cerebro.

Lo dicho ha provocado en mi la reflexión que comparto: “por qué nos duele el mal ajeno”.  No pretendo mezclar esta meditación compartida con lo que podríamos llamar “modos de responder ante el mal ajeno”; esto puede formar parte de otro diálogo sobre psicología y la vida.

Creo que existen 3 razones complejas, es decir, tres razones que concentran muchas variables cada una de ellas.  Desde la nosología  psicológica hablaríamos de “tres razones sindrómicas” que explicarían el porqué de nuestro dolor. Dado que el tema puede resultar ligeramente complejo, me propongo desarrollarlo en tres post consecutivos sujetos, claro está, a la participación de quien se interese en este tema.

La primera razón por la que nos duele el mal ajeno (es la expresión de nuestras emociones y afectos positivos:  bondad, solidaridad, afecto y amor, es decir…, porque existe en nosotros la necesidad de hacer las cosas bien y queremos que todos estén bien…; porque hemos sido educados en la solidaridad  con mayor o menor grado de altruismo, aunque sea solamente por el criterio de -hoy por ti, mañana por mi-…; porque experimentamos afecto ante las personas conocidas con las que tenemos algún grado de amistad…; porque amamos a las personas bio-psicológicamente o psico-espiritualmente y llegamos a experimentar sus dolencias como si fueran nuestras.
dolor, sufrimiento etc.)

Esta primera razón sindrómica exige, necesariamente, habernos educado en la generosidad de la donación personal o, dicho de otra manera, habernos educado en la consciencia de ser personas, esto es, en el autoconcepto de sólo tener sentido saliendo de nosotros mismos para encontrarnos con otros seres humanos y con ellos comprometernos para apoyar su salud, su bienestar, su crecimiento en el reto que nos ofrece la vida: ser personas.

Los seres humanos estamos espontáneamente condicionados por el espíritu que nos define como personas, y que no nace ni de nuestra estructura biológica (corporal), ni de nuestra estructura psicológica  (alma) sino que, estando condicionado por ellas, tiene autonomía y se constituye en guía de ellas, y por eso vamos en pos de descubrir y generar bondad, hermosura y verdad.
Esta es la razón primera del tema que nos ocupa: interés por el dolor ajeno.

Sé que en los párrafos que anteceden se han expuesto bastantes temas de análisis, reflexión y diálogo que con gusto desarrollaré, con especial interés si alguien lo sugiere.
Buen fin de semana...

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